Como todos sabemos, estirar tiene una infinidad de ventajas: aumenta el rango de movimiento, el rendimiento deportivo, reduce la posibilidad de contracturarse, reduce los dolores posturales, puede corregir malas posturas corporales, hace sentirnos mejor, aumenta el riego sanguíneo en la zona con sus consiguientes beneficios… y muchas más.
Pero, ¿sabéis cuándo hay que estirar? ¿Antes de realizar el ejercicio físico o después?
Los últimos estudios han comprobado que realizar estiramientos pasivos y estáticos puede llegar a ser contraproducente, e incluso peligroso, pudiendo llegar a lesionar el músculo en algunos casos.
En el estiramiento pasivo estático, en frío, se coloca al músculo en una posición de elongación y se aplica una suave presión mantenida durante un tiempo. Esto consigue aumentar la circulación sanguínea en la zona pero, a la vez, crea micro-roturas en las fibras musculares. Cuando después intentamos hacer un ejercicio de sprint, o un ejercicio de fuerza, nuestros músculos están en realidad más débiles.
Por lo tanto, antes de la ejecución del ejercicio físico no se recomienda la realización de estiramientos pasivos estáticos, sino un calentamiento general del cuerpo y, a medida que avanza el calentamiento, iremos incidiendo sobre los músculos a trabajar, pudiendo realizar un estiramiento dinámico de 1 a 3 segundos de duración. Lo que se busca es el aporte sanguíneo necesario y dar un aviso neuromotor al músculo para que no se rompa.
Sin embargo, en estudios recientes se ha podido comprobar que una vez finalizado el entrenamiento los estiramientos ayudan a descargar el músculo trabajado, a la prevención de lesiones y al aumento de la hormona IGF-1, así que aplicando un buen descanso y una buena alimentación, el estiramiento favorece la recuperación y lograr tus objetivos más rápidamente.
Así que ya lo sabes: estira, SÍ, pero SIEMPRE después de realizar la actividad física, NUNCA antes.
